sábado, 26 de junio de 2010

Rumbo a la Libertad.

* Por Carlos Alberto Montaner

¿Puede América Latina superar el subdesarrollo y dejar de ser el segmento más pobre y desesperanzado de Occidente?

El escritor peruano Alvaro Vargas Llosa cree que sí, y en un bien documentado libro que acaba de publicar explica por qué suelen fracasar las reformas en esta parte del mundo, y cómo se podría lograr el milagro de que, algún día, los latinoamericanos alcancen la prosperidad, el progreso técnico y el buen gobierno. La obra, amena pese a la densidad del tema, fruto de dos años de investigación en el Independent Institute de California, se titula Rumbo a la libertad, y, simultáneamente, la han editado en inglés Farrar, Straus and Giroux (Liberty for Latin America), y, en español, en Argentina, para todo el continente, la editorial Planeta.

El subtítulo, que fue el punto de partida de esta penetrante indagación, es una provocación en forma de pregunta: “¿Por qué la izquierda y el neoliberalismo fracasan en América Latina?” En efecto, América Latina ensayó sin éxito diversas formas de socialismo durante casi todo el siglo XX. Desde el estalinismo castrista hasta el fascismo peronista, con escalas en el Brasil de Getulio Vargas, el PRI mexicano o la Nicaragua sandinista, todo el espectro del autoritarismo, del intervencionismo y del dirigismo estatal fue puesto a prueba alcanzando diversos grados de catástrofe.

Ante estos continuados desastres, a partir de finales de los ochenta del siglo pasado, y durante toda la siguiente década, comenzaron las reformas hacia el mercado y la desregulación, dirigidas –entre otros- por César Gaviria, Carlos Salinas de Gortari, Gonzalo Sánchez de Lozada, Carlos Menem, Luis Alberto Lacalle y Fernando Henrique Cardoso, políticos muy diferentes, pero unidos en la convicción de que todas las versiones del populismo latinoamericano habían fracasado sin remedio y se hacía necesaria una nueva estrategia.

Sin embargo, pocos años más tarde el pesimismo también se extendía al campo de los reformistas, llamados “neoliberales” por sus encarnizados enemigos neopopulistas. Aparentemente, el abandono del estatismo no había producido efectos beneficiosos, aumentaba el número de pobres y se producían graves desastres financieros, como el que destruyó el valor de la moneda argentina o el que produjo la brutal devaluación del real brasilero en un 40 por ciento.

¿Qué ocurría? ¿Por qué en América Latina “todo” suele fracasar? Alvaro Vargas Llosa tiene una explicación audaz pero coherente: ni los rasgos culturales ni las instituciones prevalecientes en América Latina conducen a la estabilidad y a la prosperidad creciente. Y ni siquiera es la consecuencia de la herencia ibérica, como se ha dicho tantas veces, pues en las civilizaciones precolombinas, dentro de sus propios códigos, también existían cinco elementos parecidos a los que hoy impiden o retardan el progreso: el corporativismo, el mercantilismo de Estado, los privilegios, la redistribución arbitraria de recursos y la politización del Derecho.

Las reformas neoliberales, definidas en el llamado Consenso de Washington, no habían fracasado porque fueran erróneas, sino porque eran insuficientes y porque no habían ido a la raíz cultural e institucional del problema. Si cinco eran los males de fondo que obstaculizaban el despegue de los latinoamericanos, al menos tres deberían ser las medidas encaminadas a corregir esos viejos problemas: expurgar de reglas inútiles la copiosa legislación que entorpece el desarrollo, legitimar las transacciones espontáneas hechas por las personas y eliminar el sectarismo y la politización del poder judicial. En otras palabras, liberar a los ciudadanos del peso muerto de un Estado opresor que mantiene en la miseria a una buena parte de ellos. Llevar a cabo esa reforma era, según Vargas Llosa, poner proa a la libertad.

Naturalmente, la disminución súbita del peso del Estado produciría efectos que pudieran ser nocivos. Al fin y al cabo, el mercantilismo o el corporativismo, aún cuando mantienen en la pobreza a la mitad de la población latinoamericana, constituyen una especie de muy imperfecto modelo de relación entre la sociedad y el Estado, del que derivan su forma de vida decenas de millones de personas que en una primera fase pudieran quedar aún más desamparadas de no existir una forma gradual de readaptarlas a un modelo caracterizado por la libertad y la responsabilidad individual.

Es a eso a lo que Vargas Llosa llama “un aterrizaje amable”: la reforma que propone exige graduar y atenuar el cambio hasta que la sociedad civil alcance totalmente el control de su destino y transforme a los funcionarios del gobierno en verdaderos servidores públicos. Cuando eso se logre, América Latina habrá dejado de ser el pariente pobre de Occidente. La libertad la habrá redimido de siglos de opresión y miseria. Un excelente libro, en fin, para alimentar el eterno debate.



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